CONTRA EL ACOSO ESCOLAR
“TÚ, NO”
Palabras del texto: 1345
La hora
del recreo. La mejor hora de la jornada escolar. Para todos, excepto para él.
La maestra mantuvo más o menos el orden de la fila hasta que cruzaron la puerta
del patio. Entonces, salieron en desbandada. Hoy la pelota la había sacado
Manuel, pero era igual cuando la llevaba Kevin. Sin embargo, como todos los
días, albergando una
pequeña esperanza, se acercó al dueño de la pelota y se sumó al círculo que lo
rodeaba. Con el balón bien sujeto entre el cuerpo y el brazo izquierdo, Manuel
fue señalando a sus compañeros:
-Tú juegas, tú juegas, tú juegas....Tú, no.
Abatido, triste, con ganas de llorar, se fue al árbol. Mientras
miraba cómo las hormigas subían y bajaban en dos columnas por su tronco, oía
las carreras, los gritos, los lamentos, los pelotazos, las risas, las fanfarronadas,
las discusiones…. Se tocó el colmillo. Ya faltaba poco para que se le cayera.
¿Qué le traería en esta ocasión el Ratoncito Pérez? Sus amigos ya no querían
jugar con él. ¿Por qué? No había hecho nada. Todo había empezado a la vuelta de
las vacaciones de Semana Santa. Manuel no le había dejado jugar el partido: “Tú,
no”. Al día siguiente, Kevin había hecho lo mismo. Llevaba así tres semanas.
Manuel, además, le había empujado un día y le había tirado por las escaleras.
Menos mal que había caído bien, porque él sabía caer como un gato.
Manuel y su mejor amigo, Pipita (¿por qué le llamaban Pipita si era
el más grandullón de la clase?), le decían, cuando la maestra no estaba
delante, que le iban a tirar a un pozo, que le iban a disparar con la pistola
de su padre, que le iban a matar. En el comedor, le habían forzado a comerse la
ración de pescado que Manuel no quería. Se reían de él: decían que tenía las
orejas muy grandes, que se le caía el pantalón, que su camiseta de Spiderman
era falsa. ¿Cómo podía ser falsa una camiseta? Ahora se veía obligado a jugar
solo. Y en el comedor, y en gimnasia, y en los recreos y los cambios de clase,
tenía que estar alerta. Le gustaría ser más fuerte, pero a Pipita apenas le
llegaba a la barbilla.
Él no iba a chivarse. Miró hacia la maestra. Hablaba con otra
profesora. No se enteraba de lo que estaba pasando. A lo mejor se creía que a
él le gustaba estar solo, jugar solo, ver sólo cómo las hormigas diminutas,
rojizas, todas iguales, disciplinadas, subían y bajaban por el tronco de la
morera, como un collar en movimiento. A lo mejor pensaba que a él no le gustaba
jugar al fútbol. Pero claro que le gustaba. Le encantaba. Y también le gustaba
ver los partidos de su equipo cuando los televisaban, con su padre y con su
hermano.
Samuel no le había invitado a su cumpleaños. Había invitado a ocho
niños de la clase, pero a él, no. El año pasado sí le había invitado. Con el
dedo apartó de su camino a un par de hormigas. La que venía detrás se paró un
segundo, desconcertada. Las que había desviado anduvieron desorientadas por la
corteza del árbol. Pronto encontraron el camino y todo volvió a la normalidad.
Eso era lo que él quería: que todo volviera a ser como antes.
Quedaban aún veinte minutos para que acabara el recreo. Una
eternidad. Dio una patada a una piedrecita, intentando que pasara entre el
tronco de la morera y un envoltorio de chicle. ¡¡Gool!! Estaba celebrando el
tanto imaginario, cuando oyó que alguien se acercaba. Se volvió. eran Pipita y
Manuel.
-A lo mejor te has quedado con hambre -se burló Manuel.
-Lo malo es que aquí no hay más pescado -dijo Pipita.
Buscó con la mirada a las
profesoras. No estaban. Pipita le agarró por la espalda, sujetándole los
brazos, y lo derribó. Luchó por soltarse, sin conseguirlo. Humillado, impotente, tuvo
ganas de llorar.
Manuel cogió un puñado de
arena e intentó obligarle a que lo tragara.
-Toma, come, come, que está muy rica...
Apretó los dientes. Manuel le hizo daño en los labios, y algo de
arena llegó a su lengua. De pronto, le soltaron y salieron corriendo. Habían
vuelto las profesoras. Se levantó, limpiándose la boca. Escupió. Se escondió
detrás del tronco de la morera y se esforzó por no llorar. Lo consiguió.
Después fue hacia la parte del patio en la que había un tobogán y
unos columpios. Se subió al tobogan y se tiró por la rampa.
Vio que venía hacia él Ramón, un niño muy delgado, con la cara afilada, el pelo
de color paja, ni alto ni bajo. No eran muy amigos, aunque tampoco le caía mal.
-Oye...¿es verdad que en tu casa hay monstruos?
Se alegró de que Ramón
hablara con él, de que alguien se acercara para hacerle compañía.
-Sí, el monstruo del armario, y el monstruo de las garras, y el monstruo
de debajo de la alfombra –enumeró y concluyó tras una corta reflexión-: y
muchos más.
Habían aparecido hacía una
semana. No sabía de dónde venían.
-¿Y los has visto? –continuó Ramón
-No, cuando enciendes la luz, desaparecen.
-Pues en mi casa creo que también hay un monstruo. Pero pienso que
es bueno, porque nunca me ha hecho nada.
-Es que hay monstruos buenos –aseguró él-. También los hay malos. ¿Ya
no juegas con ellos? –le espetó él
cambiando bruscamente de conversación y señalando hacia sus compañeros, que
chillaban y corrían tras la pelota.
-No –dijo Ramón frunciendo
el ceño enfadado-. Manuel es tonto – afirmó despectivo-.
Si su equipo tira alto, él dice que ha sido gol, y si le dices que no, dice que
se lleva el balón y que se acaba el partido.
-La maestra dice que el balón es para que juguemos todos –observó
él.
-Ya –dijo Ramón, no muy convencido-. ¡Mira! –añadió repentinamente
animado. Abrió la boca para que le viera los dientes-. Se me ha caído esta
mañana.
Tenía, entre los de abajo,
un hueco.
-¿Lo has guardado? –preguntó él muy interesado.
-Claro. Siempre los guardo.
Ramón sacó de un bolsillo
del pantalón un pequeño diente, que puso en la palma de su mano. Blanco,
manchado de sangre. Lo miró con grave atención.
-¿Lo vas a poner en la almohada?
-Sí, para la sorpresas –contestó Ramón, devolviendo el pequeño
tesoro al bolsillo.
-Mira, a mí se me está moviendo uno –con el pulgar y el índice,
movió adelante y atrás el colmillo que estaba a punto de caerse.
-¿Me dejas tocarlo?
-Sí
Abrió la
boca. Se tocó el colmillo con la
yema de un dedo.
-Éste, ¿lo
ves?
Ramón lo
movió.
-Este se
cae hoy o mañana. –dijo Ramón con seguridad de experto
-Sí.
-¿Jugamos
a algo?
Ramón
tenía dos soldados de plástico. Con la arena hicieron una barricada.
Imaginaron que estaban en el desierto y que tenían que encontrar agua para no
morir de sed. Imaginaron que unos soldados enemigos, mucho más numerosos, los
atacaban con ametralladoras y granadas de mano. Imaginaron que uno caía herido
y el otro lo cargaba sobre sus hombros y lo sacaba de aquel avispero. El
tiempo de recreo que quedaba se les pasó muy rápido.
-Oye –le
dijo Ramón-, ¿quieres que juguemos mañana?
-Sí –dijo
él-. Yo puedo traer dos soldados.
Se unieron
a la fila. Pipita llegó corriendo y lo empujó. Sin querer, por el impulso, él
empujó a su vez a Ramón. Las dos niñas que iban delante de la fila se
volvieron, desconcertadas por aquella imprevista agitación. Sin pensarlo, le
dio un manotazo en el hombro a Pipita. Pipita dio un paso hacia él, desafiante.
Manuel llegó en ese momento con el balón. Los cuatro se miraron.
-Si
vuelves a jugar con él, a tí tampoco te dejo jugar al fútbol –dijo Manuel.
-Es que yo
ya no quiero jugar con tu pelota –respondió Ramón.
La fila pronto recuperó el
orden, volvió a la normalidad y comenzó a avanzar. Ya no estaba tan seguro de
querer que todo volviera a ser como antes.
Martín Carriego
ACTIVIDADES
A).- PREGUNTAS
Copia en tu cuaderno
y responde las siguientes preguntas:
1.- ¿Con qué palabras
empieza y con cuáles acaba el bloque temático que podría subtitularse: “El niño
intrenta distraerse para no pensar, pero no puede evitar los recuerdos”
2.- ¿Qué opinas del
comportamiento de Manuel? ¿Por qué crees que hace eso?
3.- En el texto no aparece
el nombre del protagonista. ¿Crees que el autor lo hace intencionadamente?
¿Para qué?
4.- ¿Crees que algunos
compañeros tuyos se comportan de forma parecida? ¿Por qué crees que lo hacen?
5.- ¿Piensas que el
protagonista debería haberse chivado? ¿Para qué crees que hubiera servido si lo
hubiera hecho?
6.- ¿Por qué crees que
Samuel no le había invitado a su cumpleaños este curso
7.- ¿Qué opinas del
comportamiento de las profesoras? ¿Qué crees que deberían haber hecho?
8.- ¿Qué opinión te merece
la actitud de Ramón? ¿Por qué?
9.- ¿Crees que Ramón y el
protagonista se harán amigos? ¿Por qué?
10.- ¿Piensas que Manuel,
con el tiempo, seguirá teniendo más amigos o menos amigos? ¿Por qué?
B)
VOCABULARIO
Copia en tu cuaderno las palabras enlazadas y sustitúyelas por
sinónimos, o bien, explícalas en su contexto y con tus propias palabras:
Por ejemplo, barricada: hicieron
una barrera de arena.
C) RESUMEN
Escribe un
subtítulo para cada uno de los párrafos del texto.
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